Nuestra
relación con la naturaleza ha llegado a un punto crítico. Las pruebas
científicas son concluyentes. El cambio climático es una amenaza real y
creciente para toda la humanidad, con consecuencias particularmente severas
para los países en la franja ecuatorial del planeta, entre el trópico de
Cáncer
y el trópico de Capricornio.
A principios de año Venezuela se encontraba asediada por una de las sequías más severas de su historia. Esa situación se encontraba vinculada al fenómeno de El Niño, el cual tiende a acentuarse como consecuencia del calentamiento global. Es de esperar que fenómenos similares sean cada vez más intensos y frecuentes.
Algo
similar ocurre con las inundaciones que azotan buena parte del país en la
actualidad. Una de las consecuencias del calentamiento global es precisamente
el aumento, tanto en frecuencia como en intensidad, de sequías e inundaciones.
Los huracanes también tienden a formarse con mayor frecuencia en el océano
Atlántico, aumentando su poder destructivo y acercándose cada vez más a las
costas venezolanas. Es necesario alertar a la población sobre estas nuevas
amenazas, y planificar medidas preventivas para minimizar los daños que tienden
a generarse.
Debemos
igualmente prepararnos ante la proliferación de enfermedades contagiosas, tales
como la malaria y el dengue; la afectación del suministro de agua y
electricidad, efectos adversos sobre la producción de alimentos, daños a la
infraestructura de transporte, aumentos en el nivel del mar y en el número de refugiados
ambientales, particularmente entre los sectores más vulnerables de la
población.
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